lunes, 5 de marzo de 2007

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del tiempo se procede al destiempo. lo que en la noche es silencio, en el día es inexistencia. lo que no es puede volverse a una manera visible del ser. lo que transcurre en la mirada es un poco de eso. el tránsito de lo que es escritura a lo que no es escritura es libre. desenfadado por la libertad del espacio que configura. afuera y adentro del tiempo, la realidad de la escritura da noción a lo que no es realidad. a lo inconsciente, a lo que no tiene sentido más allá de lo inmediato. el tiempo de su ser está afuera de la realidad. lo que no tiene sentido es la descarga de las noches en la escritura. el tránsito de la locura a lo que no es locura como un látigo misterioso y tenue de lo que no tiene sentido a lo que sí lo tiene, por lo menos, a lo que es inteligible. los pasos de vuelta siempre son complejos. el traducir la cabeza a lo que no es la cabeza, el desasosiego del cuerpo vuelto memoria y desazón y desarticulación. lo que pasa en la medianoche no es la escritura, es el delirio de ésta. así pasan las historias de un nivel a otro, como un tránsito memorial de lo visible en el alma a lo invisible en la mirada del otro. del camino del afuera intransmisible a lo transmisible a través de lo imposible. el acto de sentarse a mirar un libro implica una predisposición a la figuración de imágenes. es de esa necesidad de la que surgen las historias, como un devenir de lo que está a lo que no está y es deseado, o deseable. como un camino de vuelta de la locura hacia la muerte, a un no ser ajeno, pero cercano en tanto misterioso e inaprensible. lo que pasa de un lado a otro es la historia. el lector es el pintor imaginario que da un cuerpo ideal a su necesidad de ver. completa un sentido que de otra manera le sería incompleto. la necesidad de reflejo, de identificación, de proyección, de volverse significante en la constante retórica de la vida, da camino a esa acción. leer no es fugarse, no es salirse de la vida, es ampliar su espectro presencial. darle forma a un deseo informe. anterior y fugitivo, no perteneciente, como el de la latencia de la muerte. la incógnita de la escritura es darle sentido y cuerpo a una necesidad in-nombrable. es aproximarse a lo que no tiene método. no tanto a la mentira, como al conjuro. escribir es tratar de hacer que las cosas pasen. es el principio de la magia. de lo que nos rebasa. no es el disfraz, sino la máscara. la proyección de la pantalla. escribir es lo que queda. la escritura es la huella perpetuada de la herida. una herida que trasciende su espacio y su dimensión. un silencio inadvertido, una imagen perdida y una que se pierde sin parar. ante la nostalgia y la melancolía. ante todas las pérdidas continúa pasando y continúa abriéndose para no ahogarse, para que quien escribe pueda fluir y pueda seguir viviendo. para que quien lee pueda ser en la intimidad de su sala íntima. para que el espacio nos devuelva a donde pertenecemos, donde quiera que esto sea.

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